La manipulación de hortalizas comienza con la recepción del género, una etapa que, aunque rápida, resulta esencial para garantizar que el producto cumpla con los estándares de calidad necesarios para su correcta clasificación y envasado.
El calibrado industrial de hortalizas se basa en
la clasificación por tamaño, peso, color (si hablamos de productos como por
ejemplo tomate) y diámetro. Dentro de estos procesos es fundamental realizar
una adecuada limpieza y desinfección de las verduras, lo cual no solo elimina
residuos de tierra, pesticidas o contaminantes, sino que también reduce riesgos
microbiológicos, garantizando la inocuidad del producto y reforzando la
seguridad alimentaria. Estos métodos de trabajo ofrecen importantes beneficios:
garantiza uniformidad, facilita la logística, cumple con los requisitos
sanitarios de los mercados
internacionales y genera confianza en el consumidor. A su vez, el envasado
protege el producto, prolonga su vida útil y añade valor mediante formatos
adaptados a las nuevas exigencias del mercado, como envases sostenibles o de
conveniencia.
Hoy en día, la tecnología juega un papel clave
en estos procesos. Sistemas automáticos de calibrado, visión artificial y
maquinaria de envasado de alta eficiencia permiten reducir tiempos, minimizar
errores y abaratar los costes de producción. La automatización asegura
una trazabilidad completa y mejora el aprovechamiento del producto, factores
que son cada vez más valorados por los consumidores y distribuidores.
Estos métodos se encuentran en plena
fase de desarrollo, con un fuerte impulso hacia la tecnificación de sus
procesos agrícolas. Empresas locales están apostando por integrar estas
tecnologías avanzadas para construir una imagen de marca sólida y
diferenciada, orientada hacia la calidad y el valor añadido.
En este contexto, Integra-AT está colaborando
activamente en el asesoramiento y desarrollo de proyectos de calibrado y
envasado de hortalizas, ayudando a implantar soluciones que optimizan
los procesos, mejoran la eficiencia y posicionan a los productores locales como
referentes de calidad en la región.
Así, el calibrado y envasado no solo se convierten en
procesos técnicos imprescindibles, sino también en herramientas estratégicas
para la competitividad y la construcción de una marca reconocida y valorada en
el mercado.